Las internas de la veterinaria, “El perro agradecido” gritaban como locas.
Juraban que el Fantasma de una mujer, escondía sus utensilios quirúrgicos y les jalaba el cabello.
La Doctora Lupita, estaba harta de todas ellas.
Fingía prestarles atención, pero la realidad es que pensaba en sus vacaciones de verano;
Cuando sus subordinadas, llegaban histéricas a su oficina.
Algunas gritaban, otras lloraban y la más extravagante, llevaba consigo una corona de ajos
para, según ella, ahuyentar a los espíritus.
La Doctora Lupita, había dejado Catemaco a los quince. Huyendo de la gente, que cree
que los problemas se solucionan colgándose ajos.
Paralelismos entre la gran ciudad y los pequeños pueblos, pensó para si, mientras sorbía
el té mate, que adquirió en la convención sobre moquillo en Argentina.
Esta vez era Diana, quien histérica, le dijo que mientras se miraba en el espejo del baño
alguien le había susurrado “Gorda”.
-Doña Cuquita sufre de transtorno límite de la personalidad-Contestó la doctora Inclinándose en su asiento.
-Ella, llegó a las diez, yo estaba sola en la veterinaria- Respondió Diana molesta, de que la Doctora Lupita ignorará los reclamos de todas las internas.
-Figuraciones tuyas-Contestó la doctora. Pero la verdad, es que todo aquello, empezó a hacer eco en su subconsciente.
Aquellas historias tenían algo en común; un fantasma clasista y sexista.
Si, susurrar gorda, muerta de hambre y fea no era normal en los fantasmas.
La doctora Lupita lo sabía. Mientras pasó su infancia en Catemaco había aprendido cosas.
Sabía por ejemplo, que los fantasmas siempre volvían por asuntos pendientes;
Asesinatos, amores de verano inconclusos ó hijos sin rumbo.
Pero un fantasma que hacía bullying a las empleadas mujeres ,era nuevo para ella.
La doctora evadía pensar en el problema. Pero estaba claro; Era el fantasma de Mari Carmen,
La primera interna que tuvo.
Prendió unos de los inciensos, que le mandaba su abuela Conchita, por primera vez.
Dejó el mate por un lado. Se sirvió un Whiskey.
Mari Carmen era un problema.
La doctora lo supo desde un principio.
Era hermosa. No como la chica linda de tu escuela.
Era especial y ella lo sabía.
Su cara, era un tributo a México.
Pelo negro, pómulos resaltados y piel Morena.
Como una Malinche del siglo veíntiuno.
Se había obsesionado con ese chico judío.
Quería entrar en esa familia a como fuera lugar.
Ellos no la aceptaban. Ella era una Shiksa Indigena.
El fruto prohibido.
Nathan la olvidaría después de unos meses, pensaba la familia.
Pero ella se obcesionó.
Primero, fueron los hilos de colágeno, en sus achinados ojos Mexicanos.
Luego las clases de etiqueta.
Por último la dieta extrema, que siguió por un mes. Hasta que Don Juanito la encontró.
Tumbada en el baño.
-No cierre sus ojos-imploró Don Juan-Se parecía a Mariana Félix.
Sin duda Era bella. Ahí, inerte con los ojos abiertos, parecía la Ofelia de John Everett.
Tres semanas sin comer Concluyó la Semefo.
Qué es lo que busca ahora, pensó la doctora. No puede simplemente cruzar el umbral.
Ha sido una semana complicada.
La maestría, la visita del conserje, la histerectomia que se complicó.
De repente escuchó gritos. Eran Agripina y Casilda, de intendencia.
La doctora, no dudó en terminar con éste problema.
Era semana de vacunación. No había tiempo para animas en pena.
Abrió la puerta del baño.
Un frío exagerado cubrió su cuerpo.
Las ventanas rechinaban, era un ruido ensordecedor.
Ahí estaban las señoras de la limpieza.
Siento atormentadas por el espíritu de Mari Carmen.
El espectro giró su cabeza hacia la doctora.
Ésta se paralizó del miedo.
Las enseñanzas de su abuela,
no la habían preparado para eso.
Para un fantasma enojado, frustrado , pero sobre todo
Muerto de Hambre.
Aún así se veía bien.
Y la doctora comprendió la fascinación que provocaba la muertita.
Tenía algo de Katy Jurado, y de su madre.
Ese era el mejor atributo de su cara;
Te recordaba a tu abuela, a tu hermana.
Era un rostro muy mexicano.
La muerte no había destruido su belleza.
Al contrario la había mejorado. Se veía muy delgada.
-Curioso-pensó la doctora, sólo muerta o enferma se logra el peso ideal.
-Querida-le dijo la doctora al fantasma.
_Te ves increíble.
-Nunca te viste tan delgada.
-La muerte te sienta bien.
El fantasma se paralisó. Sonrió , Desapareció llevándose consigo ese ambiente lúgubre.
Agripina y Casilda quedaron atónitas, temblando.
-A trabajar-grito la doctora- La semana que viene, llegan perros por montones.
Después de ese día el fantasma no volvió.
Aunque la doctora presentía que seguía en la veterinaria.
Observando de lejos a las nuevas internas.
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